Ofertas de luz y gas

MALVA: Tachuela 39...

Tachuela 39

Contento quedaría el Sordo de Toro, por las compras que le haría.

Por la noche, con las nuevas adquisiciones en el maletero del Citroen suben por el camino que bordea la ermita, y más o menos a la misma hora que la noche anterior, ya están en la puerta del palomar rectangular, la mujer se quedará de campana, en las inmediaciones del santuario haciendo labores de vigilancia, la apertura de la puerta quedó solucionada, nadie en el pueblo se percató del desaguisado de las cerraduras, no será tiempo de dueños de palomares, ir a por pichones y menos hacer limpiezas de palominas, empujan la puerta, una vez dentro con las barras, marras y macetas. Encienden las linternas, cierran la puerta. El proceso que habían tramado sería muy sencillo, sobre un plano cuadriculado imaginario del palomar irían picando cada cincuenta centímetros, empezaron por el lado de la puerta, pared más próxima a la ermita, el chaval andaluz sujeta la barra, el gallego aporrea con la maza, la barra se va hundiendo hasta que la consideran hundida lo suficiente para sacarla y probar de nuevo en otro punto de la cuadricula, hasta llegar así a la misma esquina izquierda, según se entra por la puerta, aquí la barra apenas a un poquito más de medio metro, cambia de sonido, como si se empezara a clavar en una madera, se mirán ambos, dejan a un lado marra y barras, retirando la palomina con la pala, comienzan a cavar, repitiendo el proceso de cavado y retirado, no tardaran en tener delante de sus ojos una puerta de troncos de madera, de madera negra, tratada con algún producto bituminoso de tipo creosota, similar al tratamiento que se le hacía a los postes de madera de los tendidos eléctricos o telefónicos, para impedir la podredumbre por humedad (a partir de los años cincuenta el procedimiento utilizado era la cocción de los postes en creosota). Limpiando los alrededores de la puerta encontrada, haciendo palanca con las barras de hierro, no sin esfuerzo consiguen abrirla. Se encuentran de pronto delante de un túnel tantas veces soñado y calculado, es estrecho y se ven pasones excavados en la tierra, después de una veintena de estos se recupera la horizontalidad, un túnel de algo más de medio metro de ancho y apenas uno de alto, por lo que para caminar por él, habrían de hacerlo bastante agachados, el andaluz entra primero, seguido del gallego, al descender pasan de unas paredes de tierra caliza a una especie de peña también caliza. Llevando recorridos unos treinta metros, sorpresa, el túnel se transforma de repente, de una sección rectangular pasa a una circular de unos sesenta centímetros de diámetro, taponada por una piedra aparentemente de mayor diámetro, por la parte contraria a la que se encontraban. Por más que tocaron, e intentaron moverla con los pies y con las manos, la piedra parecía inamovible, se pusieron los dos a la vez sentados en el suelo malamente, apenas cogían, lo habrían de intentar de nuevo, a la par los cuatro pies y nada la piedra daba la sensación de haber estado allí más de una eternidad.
Vuelta para atrás, por el túnel, subieron los pasones, una vez fuera del palomar le silbaron a la toresana, ésta después de ser informada de los preocupantes acontecimientos volvió a su puesto de vigilancia. El tiempo apremiaba, no solo el discurrir de la noche, si no el de los días, si por alguna casualidad algún lugareño se acercara a estos palomares y apretara alguna de las puertas, no tardaría en descubrir el pastel. Ya serían las cuatro de la madrugada, cuando se dirigían al palomar circular, con las herramientas mínimas necesarias, proceden idénticamente como en el anterior, con una diferencia, en éste no encontraran jamas la puerta del túnel en alguna esquina. No tardaron en oír otra vez el cambio de sonido al aporrear la barra de hierro, a unos tres pasos esta vez, a la derecha de la puerta. Mismo sonido, mismo procedimiento. Abierta la puerta, se encontrarían con un panorama similar, pasones, túnel. Éste similar al anterior, si bien más largo, con unos sesenta metros recorridos, sin que la sección del túnel variara lo más mínimo se encontraron con otro tropiezo, tropiezo con doble sentido, de nuevo otra piedra, pero no era igual que la anterior, se encontraban con una superficie cilíndrica como si nos encontráramos delante de una gran lata de sardinas, de a kilo, granítica de un metro de altura y de canto, ambos se quedaron gélidos, estupefactos, solo si alguien que hubiera estado allí, hubiera oído: no puede ser.
Lo primero que se le ocurrió al chaval andaluz de sariana azul y bicicleta, era comprobar la relación entre los dos túneles, por lo que le dijo al forastero, con el tabardo en la mano, gallego de Combarro: coge una maceta y vete por el otro túnel hasta la piedra, tras sus pasos, salió del palomar circular y dirigiéndose al otro, no pasó sin ser visto por la mujer desconocida de Toro con un hijo en el Ferral, ésta con un solo movimiento ligero de la cabeza, pidiendo nuevas, se quedó helada, cuando el gallego le respondió, únicamente “piedra”.
Una vez llegado el gallego a su piedra le habló al andaluz, éste al oírlo, desde el otro túnel.........

Contunuará.

Salud.