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MALVA: Tachuela 38...

Tachuela 38

Con sus potentes linternas de un primer vistazo analizaron la situación, no viendo nada especial con algún indicio de lo que buscaban, normal la tierra firme se podía hallar a veinte o treinta centímetros de las suelas de sus zapatos. Escarbaron en el corredor al lado de la pared Oeste, la que estaba más próxima a la ermita, nada sospechoso, siguieron con la misma tarea por el resto del corredor, por el patio interior, de nuevo por el corredor, se subieron por las huracas, esa sensación de espaldas descubiertas, solo protegidas por los dedos de las manos, presionando en la base de los nidales, no siempre con la limpieza necesaria que te deja las manos a veces, con esa frialdad sucia de los excrementos de las palomas, a bajar se ha dicho, mismo resultado, un palomar normal. En vista de esta pequeña decepción, deciden abandonar este palomar y se dirigen al que para ellos contaba con ser, como fue en la antigüedad, un molino de viento. Este es de planta circular, forma cónica, tejadillo a un agua, hacia el exterior, con guardavientos semicircular. El procedimiento de apertura será el mismo que el anterior, por los ruidos, no habrá problemas, sabido es que estos palomares en Castilla, se construyen a las afueras del pueblo, ni tan cerca que las palomas, de suyo huidizas, sean espantadas por las gentes vecinas, ni tan lejos que sean presa fácil de ladrones y cazadores furtivos que operen a sus anchas de espaldas al dueño. Reventada la cerradura, abrir la puerta fue más fácil, una vez dentro se encontraron con un anillo concéntrico a las paredes del exterior, aquí no había patio interior, por lo demás el mismo panorama, revuelo de palomas asustadas, crujir de las pisadas y poco más, revisaron los espacios separados por los anillos, pareciendo todo normal. La situación para los dos hombres y la mujer comienza a ser un poco preocupante, pronto amanecería y si no fuera por las linternas que con una mano tienen que sujetar, de brazos caídos estarían, un par de palomas revolotearon de nuevo sobre sus cabezas, estremecidas con las alas vibrantes, a cortos vuelos de unas huracas a otras cortan la obscuridad y el silencio, es hora de marchar, que más tarde será otro día y con nuevas herramientas la próxima noche volverán.

Al día siguiente por la tarde el forastero, con el tabardo en la mano, gallego de Combarro, se acerca hasta Toro con el Citroen santia que en realidad era de la mujer desconocida de Toro con un hijo en el Ferral, recordemos que él llegó a Malva por enredos del azar en el coche de línea con su tabardo en la mano. En Toro debió de pertrecharse del material que creyó necesario, a la vez que hizo las compras que se han de hacer para el sustento de una casa. Y se presentó en casa el Sordo. Entre otros materiales se hicieron con unas barras de hierro aguzadas en uno de sus extremos, marras, mazas y macetas de diferentes pesos. Contento quedaría el Sordo de Toro, por las compras que le haría.