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MALVA: Tachuela 24...

Tachuela 24

El palomar de la foto, al que se refiere, es él que está más próximo a la ermita, con forma rectangular y una chapa en cada esquina para evitar que suban los felinos a merendar. Estas conversaciones las tenían la chica de Malva que vivía en Zamora cerca de un centro comercial y la chica de Malva que vivía en un pueblo de Extremadura tras el fracaso de las últimas excavaciones. Siendo las dos de Malva, la primera residirá en la capital y la segunda en Plasencia de la provincia de Cáceres. Sin saber como se transfirieron estas ideas, si por familiares o amistades, el caso es que fueron bien recibidas en el lugar.

Comienzan de nuevo a cavar, parece estar el terreno duro, unos pican, otros retiran siempre igual la cantidad picada que la retirada, o parecida. Turnándose la prestación personal, el hoyo va aumentando al igual que el montón de tierra que se va formando al lado, tampoco les vamos a pedir, que todos piquen o retiren por igual, siempre habrá alguien que intente demostrar la fuerza y el valor que otros no querrán. Se pica, se repica y pica más, se retira y retira más, De pronto algo duro impide avanzar los picos, algo se interpone, llevan metro y medio de profundidad,
Se produce un silencio, seguido del escarbar suave del pico, acerquen una pala, ahora la función es raspar, efectivamente algo duro y grande hay, a medida que lo van despejando más grande se va haciendo, el silencio poco a poco va desapareciendo, apareciendo, cuchicheos, rumor, alegría, comentarios, hasta algunos abrazos y alboroto. Ya lo tenemos, ya era hora, que lo saquen pronto, subirlo, pesar pesaba lo suyo, sería como un baúl de 80x40x 50cm. Más o menos pero daba la impresión de ser de una madera oscura, gruesa y pesada. Una vez en la superficie acercáronse las autoridades municipales, religiosas y el juez de paz, habrá que abrirlo. La tensión aumentaba por momentos hasta algún cláxon de coche se oyó. Alguien, de las autoridades se le ocurrió plantear sí no sería más conveniente bajarlo al pueblo, analizar la apertura y abrirlo en un sitio más seguro. De ninguna de las maneras, fue el común denominador del pueblo, se abre aquí, otra vez alboroto, las autoridades viendo el ímpetu de algunas personas incluidas las que se habían dejado el callo, y como a la vez de estos acontecimientos sin saber por que, aparecía la benemérita, la guardia civil de Aspariegos, no pusieron impedimento en proceder a su apertura, eso si, desplazando la especie de baúl a la explanada de cemento que rodea la ermita, justo al lado del pórtico en la misma entrada principal y única. Se limpia un poco la caja, buscado algún rastro por donde se pueda abrir, pero esta clavada y bien clavada, hay que bajar al pueblo a por unas herramientas menores, alguno con el coche ya está en marcha, al poco rato ya están dispuestas las tenazas, martillos y algún formón, poco a poco se van retirando los clavos, hasta que se consigue destapar la caja. Se aglomera todo el personal y efectivamente encima y en medio de algunas piedras se encuentra un cofre, un cofre negro y un pergamino, pero que cofre, más o menos, más bien menos que el tamaño de una caja de zapatos de un niño menor. Hay un estremecimiento general, fraude, decepción. Aquí más de uno tuvo que pensar la centenaria frase, de todos conocida, para este viaje no hacían falta tantas alforjas. El cofre además de pequeño estaba cerrado y bien cerrado, en un lateral tenía una cerradura y debajo de esta, grabado en la madera y a fuego se leía:

Continuará...
Salud.