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MALVA: Tachuela 20...

Tachuela 20

Otro triangulo de miradas con luz invisible se había formado entre el chaval andaluz de sariana azul y bicicleta, un forastero, con el tabardo en la mano, gallego de Combarro y una mujer desconocida de Toro con un hijo en el Ferral.
El primero y falso ornitólogo, en realidad era un arqueólogo de poca monta, el segundo, un marinero busca tesoros, aunque más bien un buscavidas y la tercera una licenciada en historia del arte, ciencias de la naturaleza, Filosofía y vividora, soltera y sin hijos, y de un país sudamericano. Ellos, ya hacía unos cuantos años habían picado en los dos centros posibles de los dos triángulos formados por el santuario, el bar el molino y los dos palomares, con unos resultados, fenómenos de sudor y cansancio durante aquella lejana noche del año 1982, pero vanos en cuanto a cofres. Sin embargo creo que estos alipendes robaron un cáliz de plata e hicieron destrozos en la puerta, en la sacristía y en el retablo del altar mayor de la ermita. No fue mucho, pero suficiente para que pensaran que podían robar la Virgen. Por aquella época había muchos robos en las Iglesias y como la ermita está a las afueras del pueblo, era más fácil acceder a ella sin que nadie se enterara. Aún no habían puesto alumbrado nocturno, ni nada de eso.

Tiempo atrás, habían coincidido el andaluz con la sudamericana en la diócesis del obispado de Zamora, y posiblemente andaría por allí Miguel el de Aurelia, que últimamente también le ha entrado el ergo de la investigación. Los dos primeros se mirarán o no, no tiene importancia en estos momentos, pero unas jornadas posteriores coincidieron también en el archivo histórico de Simancas, y es allí donde debieron entablar conversación y amistad, si se le puede llamar así cuando de interés pecuniario se trata. Allí tropezaron por primera vez con unos legajos muy antiguos donde se hacía referencia a una especie de orden o cofradía, de la “Virgen del Tobar de los arrieros de los primeros caminos”. Estaban en muy mal estado y con unas letras “que pa que las prisas”, Una pena que no conocieran por aquel entonces a Hely avezado en estos menesteres de la transcripción. Parecía que hablaban de un cúmulo de riquezas, de una costumbre de donar una parte de cada venta a la cofradía y entre escrituras veladas y con un poco de imaginación, rezaba la palabra cofre. Desde ese momento pondrían en marcha todo el empeño del mundo y parte del extranjero en conseguir la información suficiente, para dar con el paradero de las supuestas riquezas. Después de mucho estudio e investigación, decidieron ponerse manos a la obra, y es así como aparecería el forastero, con el tabardo en la mano, gallego de Combarro, necesitarían un hombre de mundo, curtido en mil batallas por lo que se pudiera avecinar, un hombre rudo, fuerte que la vida le hubiera dado más de un golpe en el huesarrón, cerraron una especie de trato, contrato, fifty/fifty, mal llamado pues es sabido que es valido para dos y ellos eran tres. Desesperados y un poco cansados, viendo que se encontraban en un callejón sin salida, fue a la mujer desconocida de Toro con un hijo en el Ferral, a la que se le ocurrió, poner en marcha el plan.

Ellos habían llegado a un punto muerto en sus investigaciones, no eran capaces de encontrarlo. Algún dato les faltaba o confundía, o simplemente el número de palomares, que en el pueblo podría haber más de veinte. Se trataba de que como ello, por si solos, se veían incapaces de localizar el triángulo, tenían que poner en marcha un mecanismo, de forma que con la ayuda de los lugareños se descubriera el pastel. Y pasa lo que pasa.

Y es entonces cuando alguien se da cuenta.......

Continuará.
Salud