Siempre tuvo, Don Carlos, chivos expiatorios en los que dejar caer la pesada carga de la educación en la
escuela. Se cebaba con gente como Feliciano, Pon, Loren (q. e. pd.) y también, cómo no, con Joaquín. Por h o por b, no se libraban ningún día de marchar calientes p’a
casa.