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MALVA: A petición de una oyente voy a repetir y para que pueda...

A petición de una oyente voy a repetir y para que pueda servir de precedente una cronica, es la 40, pues ahora las tengo numeradas.

Crónica de una letra minúscula (repetida).

40. Cuidado con los mensajeros


Pasados dos días, él no estaba en casa, ella se estaba arreglando para ir a trabajar, trabajaba en un organismo oficial del estado. En la radio estaban dando las noticias.
- “Otro paquete bomba, de nuevo en el país vasco, el quinto de este mes, esta vez no hemos tenido que lamentar ninguna víctima, ni muertes ni heridos, al no esperarlo fulano de tal, sospechó del paquete, y lo llevó directamente y con sumo cuidado a un cuartel de la policía, bla, bla, bla,......
Llaman a la puerta, terminando de ponerse el vestido abre la puerta, era un mensajero con un paquete, venía a nombre de su marido, le dijo el mensajero que estaba todo pagado, se quedo petrificada con él en la mano viendo como la figura del mensajero disminuía con su moto calle abajo. Su marido tardaría media hora más en llegar, siempre que coincidían en aquel turno se cruzaban, pero no se veían.
Se quedó dubitativa un momento, cogió las llaves y el bolso y salió con el paquete en la mano, la radio continuó dando las noticias.
Había dejado de llover, hacía frío, pero ella no lo sentía, no se le iba de la imaginación el paquete, no se le pasó por la cabeza, cual podría ser el contenido, solo una cosa tenía muy clara, en su trabajo a la entrada siempre había una pareja de la guardia civil, a parte de los colegas de información, los de la oficina del registro y los de atención a la prensa, en total el personal que había en la entrada era de unas cuatro mujeres y unos diez hombres. Los guardias civiles tenían un escáner, para el control de todo tipo de paquetes y bolsos, que tuvieran que entrar en el edificio.
Subió al autobús, no iba muy lleno, se sentó en un asiento, en la parte delantera, otro semáforo en rojo, y además atasco, el tráfico era lento, con continuas paradas. Los días de lluvia ya se sabe. Se le estaba haciendo interminable el trayecto.

Por fin llegó, casi tropieza al salir del autobús, estaba ya atacada, si tarda un poco más, lo hubiera tirado por una ventanilla.
Entra corriendo, dándole un empujón a la puerta.
Como conocía ya, a los guardias les dice, mirarme rápido este paquete que he recibido, que vengo con los nervios de punta, viene a nombre de mi marido y que yo sepa, no hemos pedido nada.

.... *....

Ya llevarían un par de años de vida en matrimonio, y no es que le fueran mal las labores de debajo del tálamo, que le iban bien. No sé sabrá cual será el motivo, a veces se trata solo de innovar, o de buscar lo desconocido, el morbo, nuevas sensaciones o simplemente de aderezar la candela. Pero resultó, que un día empezó a buscarlo por internet, más cómodo que tener que pasar el apuro de ir a la tienda, y estar dando explicaciones cara a cara. Se decidió por uno muy aparente, parecía de verdad, había pasado las pruebas de “aenor”, textura suave y agradable al tacto, última generación y tecnología en cuanto al látex y al mecanismo eléctrico, máxima seguridad, con pilas de larga duración incluidas, y un botecito de crema incluido, que más se podía pedir.
En un plazo de setenta y dos horas, te lo enviaban a casa, por un pequeño incremento de seis euros. Le dio al enlace del carrito, una nueva pagina se abrió, donde tenía que poner sus datos personales, dirección incluida, y lo más importante, seleccionar el tipo de tarjeta de crédito, con la que pagar el producto, y por supuesto el número de la tarjeta. Aceptar, y a esperar unos segundos.
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