Crónicas de una letra minúscula
45. Una de quinquilleros y otra a medias de regalo
De aquella a menudo paraban lo que llamábamos los quinquilleros, se apostaban a la entrada del pueblo por la carretera Villalube, al lado de la lechería del tío Miguel, justo antes de la bodega de Evencio, el alcalde eterno, como llaman a la ciudad de Roma, el de la buchina rectangular, digo redonda, él que no nos dejaba subir a las fuentes a beber agua (sería para que no nos acostumbráramos al futuro botellón). No sé por que los llamábamos así, los quinquilleros eran una especie de gitanos, de oficio nómada, normalmente hojalateros, no étnicamente diferenciados, marginados y siempre segregados en sus intentos de integración a la sociedad.
Un día se acerca a la plaza una mujer, una de los quinquilleros, de mediana edad y de buen ver, se dirige a un grupo de hombres, que estaban de tertulia en la cochera de Pablito, todavía no habría clavado las puntas, para evitar que los muchachos “juegaran” a balón, allí, estaban Jesús el del sombrero, y Toño el de francisca, entre otros y les pregunta:
Harían el favor de decirme....
Y Toño antes de que acabara.. Pumba se tira un buen castañazo, interrumpiendo a la mujerica.
- Pues que con esas mismas campanas lo entierren. Le responde la mujer.
(Venía pescudando por el estanco).
* * *
De otro caso parecido, del que no tengo todos los datos, solo puedo contar, que un día de estos de pelliza, frío, barro e invierno, un fulano, que venía andando por la acera de piedras de una de las calles de Malva, al verse solo en la calle y venirle más de un par de buenos apretones, dando rienda suelta al esfínter de donde la espalda pierde su nombre, vamos que por el ano, por no decir culo, fue soltando poco a poco una retaila de sonora y alegre ventosidad, y con mucho tempero. Pero mira tu por donde, que en la hondonada de un portalón de la calle por la que pasaba, estaba otro fulano a resguardo echando un cigarro cuarterón, y a la par escuchando, que remedio, toda la orquesta sinfónica. Y le dice éste, al que venía:
- Buena música llevas
Le contesta el otro:
- Pues te vendo la gaita.
Salud.
45. Una de quinquilleros y otra a medias de regalo
De aquella a menudo paraban lo que llamábamos los quinquilleros, se apostaban a la entrada del pueblo por la carretera Villalube, al lado de la lechería del tío Miguel, justo antes de la bodega de Evencio, el alcalde eterno, como llaman a la ciudad de Roma, el de la buchina rectangular, digo redonda, él que no nos dejaba subir a las fuentes a beber agua (sería para que no nos acostumbráramos al futuro botellón). No sé por que los llamábamos así, los quinquilleros eran una especie de gitanos, de oficio nómada, normalmente hojalateros, no étnicamente diferenciados, marginados y siempre segregados en sus intentos de integración a la sociedad.
Un día se acerca a la plaza una mujer, una de los quinquilleros, de mediana edad y de buen ver, se dirige a un grupo de hombres, que estaban de tertulia en la cochera de Pablito, todavía no habría clavado las puntas, para evitar que los muchachos “juegaran” a balón, allí, estaban Jesús el del sombrero, y Toño el de francisca, entre otros y les pregunta:
Harían el favor de decirme....
Y Toño antes de que acabara.. Pumba se tira un buen castañazo, interrumpiendo a la mujerica.
- Pues que con esas mismas campanas lo entierren. Le responde la mujer.
(Venía pescudando por el estanco).
* * *
De otro caso parecido, del que no tengo todos los datos, solo puedo contar, que un día de estos de pelliza, frío, barro e invierno, un fulano, que venía andando por la acera de piedras de una de las calles de Malva, al verse solo en la calle y venirle más de un par de buenos apretones, dando rienda suelta al esfínter de donde la espalda pierde su nombre, vamos que por el ano, por no decir culo, fue soltando poco a poco una retaila de sonora y alegre ventosidad, y con mucho tempero. Pero mira tu por donde, que en la hondonada de un portalón de la calle por la que pasaba, estaba otro fulano a resguardo echando un cigarro cuarterón, y a la par escuchando, que remedio, toda la orquesta sinfónica. Y le dice éste, al que venía:
- Buena música llevas
Le contesta el otro:
- Pues te vendo la gaita.
Salud.