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MALVA: Tachuela 9...

Tachuela 9

Mediante la misma línea de postes, se montaron tres líneas telefónicas una para cada pueblo, automáticas, con sus respectivos números de teléfono. Entonces el aparato para el servicio publico se bajó al bar, colocándose, según se entra a la derecha. Se dejo de avisar al personal, se puso un terminal con monedas.
Posteriormente, por motivos municipales, se trasladó el teléfono a la casa de José y Nélida, con un acuerdo tácito de pagarle 25 pesetas, si tenían que ir a avisarte a tu casa, si ibas tú a llamar nada, solo pagabas el importe de la llamada, para tal efecto estaba el teletax, que marcaba los pasos gastados, éstos se traducían a pesetas.
Siguieron pasando los años, y en el 1990, se instaló en Malva la primera central automática (una ura intemperie, digital, ALIC de Alcatel, multisegregada con Toro) con servicio universal para todo el pueblo, al lado del puente, se entiende que el de hierro, se hizo tendido de cable para todo el pueblo, un teléfono para cada casa. Tuve el honor, de hacerle las pruebas de aceptación.

El salón de Angelico, subiendo por los pasones se accedía al salón donde se celebraba el baile todos los domingos y fiestas de guardar, con un tocadiscos y un altavoz grande, ubicado encima de una especie de palestra o escenario, que para subirse a ella había que tener ya unos añitos, por la altura que tenía. En la pared de enfrente al escenario, había una bancada corrida de cemento, para sentarse los mirones, sitio perfecto para jugar, los muchachos, a la pulga y el piojo, que se quema el manojo, este juego, bien sentados o de pie, consistía en empujar todos en la misma dirección, hacia un rincón, tratando de conseguir la posición más próxima al rincón, sin que te echaran de la fila, si ocurría esto, te ponías el último y a empujar de nuevo. Ala izquierda una puerta daba paso al bar, pinchos de callos, morro y pulpo. Las bebidas se refrescaban en un pozo que tenía en el corral. Para entrar en el baile a los pequeños unas veces les cobraban y otras no, a los mayores se les cobraba solamente si bailaban, a tal efecto la señora Lauriana se acercaba a la pareja y estos le pagaban la peseta. Era el momento propicio para colarnos los pequeños, que estaríamos dentro hasta que Lauriana nos invitara a salir del baile, y se te descuidabas con un sopapo incluido. En el salón, de guindas a peras, venía el señor de la maquina del cine, con un renault cuatro, cuatro, que ilusión nos hacía, corriendo a casa a pedir la peseta, que es lo que valía, vimos películas como, El ladrón de Bagdad, Las hijas del Cid, La vida del cordobés y otras, alguna representación teatral, y algún circo que otro. Tenía también unos cuartos resevados, con mesas de mármol y patas de las de “La Singer”, para jugar las partidas los mozos y mayores. Aquí jugamos mucho los Domingos Andrés, Balbino, Toño y yo. Bueno también Tanicos, cuando su edad coincidió con la nuestra. Encima del conjunto salón-bar vivía el maestro don Carlos, del que pocos tenemos, buenos recuerdos, algunos si, pero en la cabeza como José el mosca, le dejo marcadas las penibéticas. Antiguamente esta casa fue ocupada por el juez de la zona, no de paz, sino del juzgado de Malva, que lo hubo, así como también hubo serenos, de ellos, tengo dos de las picas o chuzos, que usaron.
Dichos de Angélico:

Continuara...
SAlud