Pedimos otras fantas y, entre ponte bien y estate quieta, nos ventilamos la segunda sesión del baile, del mismo lado que la primera. ¿A qué va? y ¿quién da? era todo lo que nos interesaba saber, ni siquiera nos preocupaba el hecho de que iban a cerrar y que no teníamos ni camellos para volver a casa, porque andaban todos comiendo y bebiendo lo que les habían dejado los niños en sus zapatos, mientras esperaban a que los Reyes bajaran de los balcones, de colocar los juguetes.