Al día siguiente los cenamos en casa de Gúmer y cuándo llegó la hora de cerrar el bar, nos avituallamos convenientemente, con cubatas a granel, con los que ayudaríamos a aquella pesada digestión, más por el chupeteo de huesines que por el tamaño de las tajadas. Subimos a la ermita, a ver si con la altura y la bebida que habíamos comprado, se nos ocurría algo en qué entretenernos un poco más. ¡Ya lo creo que se nos ocurrió!. Estaba la noche clara, así que desde la ermita, se alcanzaba a ver la buchina de Esteban el Vasco.
- ¿Nos vamos a dar un baño? Es que entre el calor que hace y los cubatas, estoy sofocao.
- Venga, y hacemos unos largos derecho abajo. Lo que pasa es que no tenemos toalla.
- ¿Y pa qué la quieres? ¿vas a tumbarte a tomar el sol? ¡Venga, vamos allá!.
He de decir que el agua nos llegaba a la rodilla, to lo más, así que no se nos llegaron a mojar aquellos bañadores de piel de culo esblanquiñao que llevábamos todos. Me disculparéis que la siguiente media hora me la salte, sólo destacaré de ella, que fue tiempo suficiente para perder mi cartera.
- ¿Nos vamos a dar un baño? Es que entre el calor que hace y los cubatas, estoy sofocao.
- Venga, y hacemos unos largos derecho abajo. Lo que pasa es que no tenemos toalla.
- ¿Y pa qué la quieres? ¿vas a tumbarte a tomar el sol? ¡Venga, vamos allá!.
He de decir que el agua nos llegaba a la rodilla, to lo más, así que no se nos llegaron a mojar aquellos bañadores de piel de culo esblanquiñao que llevábamos todos. Me disculparéis que la siguiente media hora me la salte, sólo destacaré de ella, que fue tiempo suficiente para perder mi cartera.