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MALVA: Crónicas de una letra minúscula....

Crónicas de una letra minúscula.

Las tres sopas.

Eran tiempos de necesidad, incluso de hambre en muchas familias. El troquel de la miseria no cesaba, estaba a pleno rendimiento. Eran días de sopas, caldos que repetían huesos, días de mendrugos y tocino, de migas en barbas, había días en algunas casas donde se comían tres sopas y poco más, había muchos pobres pidiendo y mucha gente sirviendo en casa grande, y gente que no encontraba donde servir.
Donde se hizo la casa del medico, al lado de la del tío Tomasín, donde vivió D. José, había una casucha vieja, que era del tío Isidro, padre del tío Tomasín el marido de Eduviges, pues bien esta casucha que no utilizaba, se la cedía a los pobres, que venían de fuera pidiendo, es donde paraban y dormían.
En Malva a los mendigos, se les llamó siempre pobres. Iban pidiendo por las casas, con mil arapos, la gallofa que se le solía dar, era pan y tocino, que echaban al cordobán, a veces alguna moneda menor, pocas.
Metete cura, se decía que tendrás asegurado el chocolate con pan todos los días.
Se dio el caso, que a una mujer del pueblo, se le aparecía muy a menudo su madre, ya muerta con la mortaja puesta, con la vasquiña, que era una especie de falda delantal y el pañuelo negro con puntos blancos que se le ponía a los muertos.
La pobre mujerica, era todo un sin vivir, un suspiro permanente, apenas comía, decía que no dormía, en fin, que día a día, se le veía envejecer, se estaba quedando en los huesos.
Que si no se tomaban medidas, no sé si más de dos credos, le quedarían.
Las vecinas viendo el panorama, que tenía la mujer, y temiendo por su vida, deciden hacer una misa en la ermita del Tobar.
Allí subieron muchas vecinas y otras gentes del pueblo. Comienza la misa, como otra cualquiera, pero a eso de la mitad de la misa, de pronto todos notan como una especie de corriente de aire frío. Se oyen “restrallar” dos bofetadas, y la mujer cayo al suelo desmayada. Unos, los menos se pusieron a atender a la mujer desmayada, pero cuentan que la mayor parte de las mujeres que había en la iglesia, salieron despavoridas cuesta abajo hacia el pueblo, “muerticas” de miedo.
También cuentan que otra mujer que atendía por Argimira, dormía sola en una cama de matrimonio, al despertar por la mañana, al lado aparecía el hueco, en la cama como si hubiera dormido con otra persona.
En aquellos tiempos historias parecidas a éstas, eran muy habituales. Don Isidoro, medico de Malva, de aquella época, achacaba estas experiencias al hambre, a la debilidad y a la miseria que había.
En muchas casas poco más que tres sopas, para las comidas había.

Salud.