Como Pon estaba solo, porque su mujer aquel año no había ido a Zamora, le debió de dar un volupto de melancolía y más en aquella época en que casi nadie tenía móvil. La echaba tanto de menos que cuando entramos en un bar con teléfono público, no pudo resistir la llamada del amor, y metió las monedas necesarias para expresar el que sentía, y alguna más para el que esperaba recibir.