Debió ser tan evidente la pillada, que cuando llegó la hora de pagar, en un acto de honradez acrisolada, pidieron el importe de dos vinos... y una alita. A lo que el camarero les respondió:
- ¡No, una alita, no! ¡Tres alitas!.
Por una vez se tiraron los pájaros a las escopetas.
- ¡No, una alita, no! ¡Tres alitas!.
Por una vez se tiraron los pájaros a las escopetas.