Crónicas de una letra minúscula.
El agua es para beber.
Aunque llevaba poco tiempo trabajando, ya en Madrid Miguel, Pon no había comenzado a trabajar, pero estaba en el intento. Un día llegó a la capital de visita, su hermano Alfredo, el de Miguel. Necesario es aclarar cuando se están nombrando a dos sujetos que ambos tienen un hermano con el mismo nombre.
Conocido es Miguel, por su elegancia en las artes del estiramiento, y la invitación, que no se lo pensó dos veces, y a la sazón, aprovechando la coyuntura, y ya cobrando un salario, se dijo, van a tener suerte, a éstos los voy a invitar a una mariscada.
“Dicho y hecho”.
Llamó a Pon, y con éste y su hermano se dirigió a la calle Barbieri, que está entre Chueca y la Gran Vía de Madrid, donde se encuentra una famosa marisquería.
Entrando en la marisquería, tendrán que subir unas escaleras, donde al lado hay un pequeño letrero con una pequeña flecha hacia arriba, donde reza “Comedor”.
Subidas las escaleras se dirigen a una mesa.
Sentados en la mesa, llega un camarero, con la carta y un aparente cuenco de cristal lleno de agua y algún que otro trozo de limón.
A Miguel en ese momento le entran ganas de aliviar su vejiga, y le pregunta al camarero, qué donde están los servicios, éste le indica, que bajando las escaleras ya subidas, a mano derecha. Vamos que, como siempre, más las escaleras.
Ni que decir hace falta, que había otro pequeño letrero, con otra pequeña flecha, esta vez indicando hacia abajo y rezando “WC”.
Cual no será su sorpresa, cuando vuelve muy a gusto, a gusto por dos motivos, el primero por no sentir la presión de su vejiga y el segundo por que la boca se le está haciendo agua, pensando en los manjares y el vinillo que se iba a meter entre pecho y espalda.
Cuando ve el cuenco de agua vacío y los trozos de limón casi secos. Les pregunta:
- ¿Qué habéis hecho con el agua?
Contestando los otros.
- ¿Pero no era para beber?.
Salud.
El agua es para beber.
Aunque llevaba poco tiempo trabajando, ya en Madrid Miguel, Pon no había comenzado a trabajar, pero estaba en el intento. Un día llegó a la capital de visita, su hermano Alfredo, el de Miguel. Necesario es aclarar cuando se están nombrando a dos sujetos que ambos tienen un hermano con el mismo nombre.
Conocido es Miguel, por su elegancia en las artes del estiramiento, y la invitación, que no se lo pensó dos veces, y a la sazón, aprovechando la coyuntura, y ya cobrando un salario, se dijo, van a tener suerte, a éstos los voy a invitar a una mariscada.
“Dicho y hecho”.
Llamó a Pon, y con éste y su hermano se dirigió a la calle Barbieri, que está entre Chueca y la Gran Vía de Madrid, donde se encuentra una famosa marisquería.
Entrando en la marisquería, tendrán que subir unas escaleras, donde al lado hay un pequeño letrero con una pequeña flecha hacia arriba, donde reza “Comedor”.
Subidas las escaleras se dirigen a una mesa.
Sentados en la mesa, llega un camarero, con la carta y un aparente cuenco de cristal lleno de agua y algún que otro trozo de limón.
A Miguel en ese momento le entran ganas de aliviar su vejiga, y le pregunta al camarero, qué donde están los servicios, éste le indica, que bajando las escaleras ya subidas, a mano derecha. Vamos que, como siempre, más las escaleras.
Ni que decir hace falta, que había otro pequeño letrero, con otra pequeña flecha, esta vez indicando hacia abajo y rezando “WC”.
Cual no será su sorpresa, cuando vuelve muy a gusto, a gusto por dos motivos, el primero por no sentir la presión de su vejiga y el segundo por que la boca se le está haciendo agua, pensando en los manjares y el vinillo que se iba a meter entre pecho y espalda.
Cuando ve el cuenco de agua vacío y los trozos de limón casi secos. Les pregunta:
- ¿Qué habéis hecho con el agua?
Contestando los otros.
- ¿Pero no era para beber?.
Salud.