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MALVA: Crónicas de una letra minúscula....

Crónicas de una letra minúscula.

No se podía comer todos los días chorizo.

No hubo un solo día, de los que entré en aquella casa, que no saliera con alguna galleta, algún bollo, un caramelo, o alguna moneda menor, siempre salía con alguna golosina.
Al traspasar el umbral de la puerta, de la puerta de postigo, parecía como que, de pronto desapareciera la luz, el zaguán siempre estaba lóbrego, faltaba claridad, un pequeño pasillo, daba paso al fondo a la cocina, con su lumbre baja de paja a la derecha, con los pucheros, las trévedes, las tenazas, el fuelle, rodeada de pequeñas sillas bajas, taburetes y una mesa de madera, que si no era negra, le faltaba un poco de tiempo y algo más de humo, para que lo fuera.
El recuerdo que tengo de aquella estancia es de colores de sombra, colores que languidecían, recuerdos del tabaco de cuarterón, de chispas de piedras de trillo, del mechero y de la mecha. De chaleco y pelliza. De pantalones de pana negra. De ropas largas y negras, de una mujer mayor.
Buenos paisanos eran.
A la calle se accedía o bien por la calle “las gallegas”, o por la calle “la era pedrosa”. Desde el campo por el carril, un camino rebajado entre varias eras, solo transitable en época de estío, el resto del año se llenaba de aguas, que se cubrían de verdín y otras sustancias marrones procedentes de los muladares, no muy salubres por cierto.
La calle donde vivían era y es, corta y pequeña, como su nombre, pero seguro que es la más famosa del pueblo, y todo el mundo conoce su paradero.
Todas las casas estaban habitadas, hoy día solo alguna se habita esporádicamente.
No tiene llano ni dos palmas de la mano.
Por las Gallegas, subes muy poco, para bajar luego un poco.
Por las eras subirás un poco y bajaras muy poco.
La torre de San Miguel omnipresente.
Estoy hablando de la calle el “Ochavo”.
Estoy hablando de la Señora Consuelo y del Señor Goyo, “Penitas”.
Estoy hablando de una familia humilde y buena.
Goyo, estuvo ajustado ya de soltero en casa de mis abuelos, y mucho más de casado.
Muy humildes y muy buenas personas eran.
Mis padres con ellos y con sus hijos, como de familia.
Pero volviendo unos años atrás. Cuando se casaron Goyo y Consuelo, los tiempos eran diferentes, eran más difíciles, muchas familias lo pasaban mal, para el sustento diario, las bodas, no eran como las conocemos ahora, no iban al Rey D. Sancho a comer, se celebraba y se hacía la comida en casa de los padres de alguno de los novios, y después al baile todo el pueblo.
Mis abuelos estuvieron invitados, al igual que mi tía Ignacia y mí madre, que estaban solteras.
Para la comida, habían preparado un suculento cocido, y estaba ayudando a servirlo, una hermana de la Señora Consuelo. Ésta fue la que se lo sirvió a mi Tía y a mi madre, ya servido en el plato, éstas echan de menos uno de los ingredientes de los que no pueden faltar en un cocido que se precie, lo echan de menos en sus platos, que no en las perolas contenedoras del cocido.
Una de ellas, si no las dos, le dicen a la hermana de la Señora Consuelo.
- ¡Oye que a nosotras no nos has echado chorizo!
Contestándoles ésta.
- “ ¡Vosotras lo coméis tolos los días!”

Nota:
(El señor Goyo murió en el rebanzón de la entrada de la era, que estaba al lado de su casa, la que fue de mi Abuelo Asterio donde el tanto trabajo).

Salud.