Crónicas de una letra minúscula.
Yo soy el sobrino de Don Pompílio
Ya había quedado el 600, atrás, en unas alcantarillas de la carretera de Villalpando, yo me libré, ese día por tomar las de Toro, las rutas de Toro, se entiende.
Aquel día íbamos con el flamante y recién estrenado Ford Fiesta, mil cien centímetros cúbicos americanos, todos juntos y preparados a la sazón para ir de fiesta. Funcor y yo carretera de Zamora. Ya en la capital, en “el caballo”, parada obligatoria, tomando unos cubatas, de aquella nadie bebía gin tonic, nos enteramos de que había fiestas en el perdigón, “palla fuimos”, y allí llegamos. Dimos una vuelta por la plaza, entramos en un par de bares, y nada, no nos convenció el panorama, vuelta para atrás, otra vez para Zamora.
Al salir del pueblo, la noche ya era cerrada, no sé si estrellada. En un Stop, que había, para qué va uno a parar, si no se veía ninguna luz, pues no vendría ningún coche, pues no hicimos el Stop, y mira tu por cuanto que cincuenta metros más adelante, la pareja de la guardia, civil.
Nos echan el alto
Echado el alto, para Funcor el Ford.
Que si papeles, que si documentación, que sí no habíamos visto el Stop, que si no lo habíamos hecho, que sí no sé que más.
Ya estaban las cabezas un poco más que calientes, total que se baja Funcor del Ford, echando a su vez una bendición, de esas secas, en singular, pero con nombre propio.
- ¿Me cago en D.... Pero vosotros sabéis, con quién estáis hablando? Dirigiéndose a los dos números de la guardia civil.
Temblaba el misterio, y no sé si el aire también temblaría.
- ¡Yo soy el sobrino de Don Pompílio!
-............................
Se miran, perplejos el uno, al otro, y dice el más bajo y regordete, tenía los ojos edematosos, las cejas muy pobladas, cuellicorto y un bigote, estilo Tejero:
- Perdone Usted entonces, perdone si les hemos molestado, siendo así, pueden seguir adelante.
Salud.
Yo soy el sobrino de Don Pompílio
Ya había quedado el 600, atrás, en unas alcantarillas de la carretera de Villalpando, yo me libré, ese día por tomar las de Toro, las rutas de Toro, se entiende.
Aquel día íbamos con el flamante y recién estrenado Ford Fiesta, mil cien centímetros cúbicos americanos, todos juntos y preparados a la sazón para ir de fiesta. Funcor y yo carretera de Zamora. Ya en la capital, en “el caballo”, parada obligatoria, tomando unos cubatas, de aquella nadie bebía gin tonic, nos enteramos de que había fiestas en el perdigón, “palla fuimos”, y allí llegamos. Dimos una vuelta por la plaza, entramos en un par de bares, y nada, no nos convenció el panorama, vuelta para atrás, otra vez para Zamora.
Al salir del pueblo, la noche ya era cerrada, no sé si estrellada. En un Stop, que había, para qué va uno a parar, si no se veía ninguna luz, pues no vendría ningún coche, pues no hicimos el Stop, y mira tu por cuanto que cincuenta metros más adelante, la pareja de la guardia, civil.
Nos echan el alto
Echado el alto, para Funcor el Ford.
Que si papeles, que si documentación, que sí no habíamos visto el Stop, que si no lo habíamos hecho, que sí no sé que más.
Ya estaban las cabezas un poco más que calientes, total que se baja Funcor del Ford, echando a su vez una bendición, de esas secas, en singular, pero con nombre propio.
- ¿Me cago en D.... Pero vosotros sabéis, con quién estáis hablando? Dirigiéndose a los dos números de la guardia civil.
Temblaba el misterio, y no sé si el aire también temblaría.
- ¡Yo soy el sobrino de Don Pompílio!
-............................
Se miran, perplejos el uno, al otro, y dice el más bajo y regordete, tenía los ojos edematosos, las cejas muy pobladas, cuellicorto y un bigote, estilo Tejero:
- Perdone Usted entonces, perdone si les hemos molestado, siendo así, pueden seguir adelante.
Salud.