El caso es que había unas maniobras militares en Candeleda, en la provincia de Ávila, al mando de las cuales debía estar su Teniente Coronel, acompañado del Comandante. Ambos se acercaban al lugar de reunión, en el coche conducido por un soldado y asistidos por el machaca titular: Miguel. A medio camino, uno de los mandos tuvo la idea de que, como les sobraba algo de tiempo, podían pasar a ver los famosos Toros de Guisando, ya que no los conocía. Dieron la correspondiente orden al conductor y al machaca, aunque ninguno de los cuatro sabía muy bien por dónde llegarían a ver las mencionadas estatuas cuadrúpedas.