De manera que llegó el reparto de las garitas donde cada soldado haría la primera guardia y a Miguel le tocó, por asignación de los más veteranos, la garita conocida como “La erótica”. Ese nombre venía porque, al estar el cuartel en un barrio conflictivo, las parejas de novios acudían a aliviar sus calenturas, al cobijo de aquella garita, que daba para un descampado, donde poco a poco, iban llegando coches. Cuando Miguel oyó llegar el primero, se asomó y se quedó extrañado de que dos señores mayores, completamente calvos, aparcaran allí su coche. Fue al llegar el segundo coche, cuando Miguel cayó en la cuenta, de que se lo iba a pasar bien en su primera guardia y de que, lo que había visto, ni eran señores, ni calvos.