En la búsqueda del baño de la limonada, con que habitualmente se obsequiaba a los forasteros por aquel entonces, nos tropezamos con una fuente pública, réplica de las tres que había en Malva y que tristemente desaparecieron. La pobre fuente de Gallegos, no decía ni pío, estaba allí, medio camuflada en la oscuridad, entre la escuela y la iglesia. No tenía culpa ninguna, pero se llevó, de parte de Tsunami, un par de cantazos en cada uno de sus grifos que no le quedaron más ganas de dar agua.