Crónicas de una letra minúscula.
Una de escuela y de sillas libres.
Correría el año 1956 más/menos, yo aún no había nacido, pero le faltaba poco. En Malva en la escuela, había cuatro clases, chicas, chicos, mayores y pequeños.
De la clase de las niñas pequeñas era maestra titular mi tía Mari, o Presenta como se le conocía en el pueblo, posteriormente cuando sé casó, hizo una permuta con Dñª. Isabel, la hija de D. Honorio, cediéndole la plaza; este agradecido, le hizo como regalo de bodas una lavadora, casi nada en aquellos tiempos.
Cuando empezó la escuela ese año (no la construcción, sí no el curso escolar). La clase que daba, mí tía se lleno de niñas, no quedó un pupitre vacío. En aquellos tiempos había muchos niños pequeños, bueno pequeños, medianos y de todas las edades.
Pero se dio la circunstancia que una niña, que cumplía los años en Enero, como en ese momento no tenía la edad que debía tener para su escolarización, se quedó sin poder ir a la escuela. Y lo estaba deseando. Con los chicos no pasaban esas cosas, no queríamos ir ni a tiros a la escuela.
Esta chica no era otra, ni más ni menos que Visi, la del bar El Pato.
No hacía otra cosa que darle la paliza a su madre Nina, que quería ir a la escuela, y que quería ir a la escuela.
La cogió su madre un día de la mano y se presentó con ella en la escuela. Le pidió a mí tía que la admitiera, y mi tía le dijo que imposible, que no quedaba ni una silla libre.
Visi, con aquella edad, no sé si sabría lo que era “Cuba”, o un “Cuba Libre”, pero bien sabía, lo que era una “Silla” y una “Silla Libre”, no en vano sus padres tenían el bar y muchas sillas, unas veces libres y otras no. Años más tarde yo recuerdo los Domingos después de comer, no había una silla libre, y los días de fútbol menos.
Así quedó la cosa.
Al día siguiente, en la escuela, a primera hora, allí se presentó Visi, con una silla debajo el brazo, que traía de su casa.
A mí tía, que se quedó mirando para ella, no le debió de hacer mucha gracia, pero no le dijo nada.
A medio día, mí tía, fue a hablar con Nina, a su casa.
Y le dice:
- ¿Pero no te había dicho que no me enviaras la niña a la escuela? Que no tenía sitio.
Le responde Nina:
- Pero si yo no la he enviado a ningún sitio, ha sido cosa de ella, yo no le he dicho nada.
Visi, que andaba por allí, salió pitando para el corral a esconderse, para que nadie le pidiera explicaciones, ni ella tuviera que darlas.
Y así la historia terminó, y Visi con su “Silla Libre”, escolarizada quedó.
Salud.
Una de escuela y de sillas libres.
Correría el año 1956 más/menos, yo aún no había nacido, pero le faltaba poco. En Malva en la escuela, había cuatro clases, chicas, chicos, mayores y pequeños.
De la clase de las niñas pequeñas era maestra titular mi tía Mari, o Presenta como se le conocía en el pueblo, posteriormente cuando sé casó, hizo una permuta con Dñª. Isabel, la hija de D. Honorio, cediéndole la plaza; este agradecido, le hizo como regalo de bodas una lavadora, casi nada en aquellos tiempos.
Cuando empezó la escuela ese año (no la construcción, sí no el curso escolar). La clase que daba, mí tía se lleno de niñas, no quedó un pupitre vacío. En aquellos tiempos había muchos niños pequeños, bueno pequeños, medianos y de todas las edades.
Pero se dio la circunstancia que una niña, que cumplía los años en Enero, como en ese momento no tenía la edad que debía tener para su escolarización, se quedó sin poder ir a la escuela. Y lo estaba deseando. Con los chicos no pasaban esas cosas, no queríamos ir ni a tiros a la escuela.
Esta chica no era otra, ni más ni menos que Visi, la del bar El Pato.
No hacía otra cosa que darle la paliza a su madre Nina, que quería ir a la escuela, y que quería ir a la escuela.
La cogió su madre un día de la mano y se presentó con ella en la escuela. Le pidió a mí tía que la admitiera, y mi tía le dijo que imposible, que no quedaba ni una silla libre.
Visi, con aquella edad, no sé si sabría lo que era “Cuba”, o un “Cuba Libre”, pero bien sabía, lo que era una “Silla” y una “Silla Libre”, no en vano sus padres tenían el bar y muchas sillas, unas veces libres y otras no. Años más tarde yo recuerdo los Domingos después de comer, no había una silla libre, y los días de fútbol menos.
Así quedó la cosa.
Al día siguiente, en la escuela, a primera hora, allí se presentó Visi, con una silla debajo el brazo, que traía de su casa.
A mí tía, que se quedó mirando para ella, no le debió de hacer mucha gracia, pero no le dijo nada.
A medio día, mí tía, fue a hablar con Nina, a su casa.
Y le dice:
- ¿Pero no te había dicho que no me enviaras la niña a la escuela? Que no tenía sitio.
Le responde Nina:
- Pero si yo no la he enviado a ningún sitio, ha sido cosa de ella, yo no le he dicho nada.
Visi, que andaba por allí, salió pitando para el corral a esconderse, para que nadie le pidiera explicaciones, ni ella tuviera que darlas.
Y así la historia terminó, y Visi con su “Silla Libre”, escolarizada quedó.
Salud.