Viendo que lo de Carlos era algo más que una ligera cabezada, caímos que en la cuenta que, o salíamos enseguida o cuando llegáramos a América, ya estaría descubierta. De manera que nos bajamos de la burra y, casi palpando, encontramos las rayas pintadas en la carretera. Decidimos seguirla hasta ver dónde nos llevaba, hasta que a uno 600 m. vimos una luz que nos pareció la estrella de los Reyes Magos. Resultó ser la estación del tren de La Maya, un pueblo a 40 km. de Salamanca, en dirección a... ¡América!, dónde todavía nos esperan, porque el primer tren que pasó por aquella, a eso de las nueve de la mañana, iba para Salamanca, que si no....