- ¡Esta es la mía!, pensó. ¡Ahora me fumo un cigarro como la pata un perro! ¡Verás qué rico!.
Nada más chiscarlo, Ramiro, que el hombre estaba en el tejado al rechisol, gritó:
- ¡A ver ese cemento!
Ante tal urgencia, Piorno no anduvo con músicas celestiales, guardó el cigarro, que acababa de encender, en el bolsillo de la camisa, flexionó las rodillas hasta alcanzar el carretillo y, con las manos bien ocupadas en él, arrancó derecho a la obra, como si tal cosa.
Nada más chiscarlo, Ramiro, que el hombre estaba en el tejado al rechisol, gritó:
- ¡A ver ese cemento!
Ante tal urgencia, Piorno no anduvo con músicas celestiales, guardó el cigarro, que acababa de encender, en el bolsillo de la camisa, flexionó las rodillas hasta alcanzar el carretillo y, con las manos bien ocupadas en él, arrancó derecho a la obra, como si tal cosa.