Soy tan preciso en los detalles, porque resulta que la que había ido a Toulouse, hacía un par de meses, fue mi hija Nadia y el que tenía el problema de no saber qué decir a la inquilina que esperaba, era yo. Estaba muy próxima la llegada a mi casa de la estudiante intercambiada, y yo no sabía qué decirle, ni qué conversaciones plantearle para que practicara el intercambio lingüístico.