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MALVA: Pronto el gobernador la vuelve a llamar a su tribunal....

Pronto el gobernador la vuelve a llamar a su tribunal.

- ¿Quién se ha atrevido a curarte?

-Jesucristo, Hijo de Dios vivo.

- ¿Aún pronuncias el nombre de tu Cristo?...

-No puedo -le responde decidida- callar el nombre de Aquel que estoy invocando dentro de mi corazón.

Quinciano quiere tentar la última prueba. Allí mismo prepara una hoguera de carbones encendidos y hace extender el cuerpo desnudo de la Santa sobre las brasas. En esto, un espantoso terremoto se extiende por toda la ciudad. Mueren algunos amigos del gobernador. El pueblo mismo se solivianta. Y entonces Quinciano manda se lleven de su presencia a la heroica doncella, que está casi a medio expirar. Cuando la vuelven a meter en el calabozo, su alma se le va saliendo por las heridas, y después de bal bucir: "Gracias te doy, Señor y Dios mío", descansa tranquila en la paz de su martirio y de su virginidad. Era el 5 de febrero del año 251, último de la persecución de Decio.

Los cristianos recogen sus reliquias y pronto se extiende por todas las cristiandades la fama de su heroísmo. Con la paz de la Iglesia, escriben de ella los Padres y Doctores y son numerosos los templos que van levantándose por todas partes en su honor. En el pueblo queda prendida la llama de su constancia y de su martirio, llegando a ser su devoción una de las más extendidas de todos los tiempos.

Las reliquias de Santa Agueda reposaron en un principio en Catania, pero ante el temor de los sarracenos fueron llevadas por un tiempo a Constantinopla, de donde se rescataron por fin en el año 1126. Hoy se veneran todavía en la misma ciudad que fuera testigo de su martirio.

FRANCISCO MARTÍN HERNÁNDEZ