La cosa es que cuando éramos adolescentes, oíamos a nuestros abuelos estas palabras y nos avergonzábamos. Usarlas tú verás, ni se nos ocurría, sin embargo ahora las decimos con orgullo y a sabiendas de que son palbras auténticas, que dicen justo lo que quieren decir y nos gustaría que no desaparecieran nunca.