MALVA: José María García Mateos...

José María García Mateos
Hace 23 horas
Crónicas de una letra minúscula.

8. - El chocolate de la señora Ceferina

Cuando se murió mi abuela Pepa, yo apenas tendría siete u ocho años, había por la mañana un follón de miedo en mi casa, familiares, tíos, primos, amigos, vecinos, en fin lo normal en estos casos.
Ya levantados de la cama, mi primo Pedro, el de Albacete, el de mí tía Inacita vamos, mi hermana Nines y yo, pasaba el tiempo y estábamos sin desayunar, y cuando el hambre aprieta, ya se sabe ni a los vivos, ni a los muertos se respeta.
Andábamos los tres detrás de mi madre, a la cuarta pregunta, pidiéndole con insistencia que nos diera el desayuno. Como estaba muy atareada, y no veía el momento de atendernos, le dice a la señora Ceferina, que por allí andaba:
- Ceferina, mujer, ahí, en la alacena hay unas libras de chocolate y galletas, hazles un chocolate a estos muchachos que están muerticos de hambre.
-“Venir pacá majos”, que yo os hago un chocolate y lo que haga falta.
Se pone manos a la obra, manos y dientes, desenvuelve una libra de chocolate, parte un trozo de tres o cuatro pastillas sobre la esquina de la encimera de la cocina, pone una cazuelica con agua al fuego. Los tres mirando los preparativos, no nos separábamos el canto una peseta. Nos veía con tanta hambre, que para agilizar el proceso, cogió el trozo de chocolate, lo empezó a roer con los pocos dientes que le quedaban, escupiendo los trozos a la vez en la cazuela, no veas que espectáculo. Mi hermana y yo, chito patrás, recogimos velas, nos pudo más el asco que el hambre que teníamos. Pero mi primo Pedro, como era más pequeño, y además, que le encantaba el chocolate. Por más que intentamos convencerlo, dentro de lo que nos permitía la situación, nada, os férrime hasta el final. Se tomó tan ricamente el chocolate con galletas, vamos que se puso las botas, por que pudo repetir lo que quiso, hasta saciarse.
Y la señora Ceferina, mosqueada, le decía a mi madre:
- Pero mira que estos dos tuyos, tanta hambre como tenían, y ahí han dejado el chocolate, ni lo han probado.
Y a dos velas nos quedamos.

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Pues eso mismo le dijo Fermín a su padre cuando estaba haciendo la mili y no sabía cómo pedirle algunas perrillas pa ir tirando.
- Padre, que estoy en la calle.
- Pues ten cuidado con los tranvías, le contestó Virgilio.

Y mi primo Angelito, el hermano de Pedro, el que se comió casi todo el chocolate me dijo una vez, que si decían que si Albert Einstein había dicho……….

“Que es más fácil destruir un átomo que un prejuicio”

Salud.


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