De niños, cuando había tormenta, mi madre apagaba todas las luces y encendía una vela. La vela era un poco gorda y la metía en un tarro de cristal, para poder apoyarla en la mesa o en cualquier otro sitio. Ella cogía una vela de rosca y la llevaba en la mano. Andaba con ella por la casa comprobando que todo estuviera cerrado a cal y canto, y en cualquier momento la dejaba sobre una superficie mientras ajustaba el tranco a una ventana o a una puerta.