Desde que cerró la Bodega Ventura se ha venido todo abajo. Mejor dicho, se ha subido muy arriba lo poco que hay.
Que bocatas de sardinas con uña negra se comían allí.
Ya lo creo. Ni gastaba ni papel de cocina ni manchaba rodilla. Cuando terminaba de servir una sardina con los dedos, se chupaba los dedos y a por otra para el que acababa de pedir.