¡Eh, uno que tenga las manos limpias, por favor, que me arrime esas tenazas! Es que le tengo el rabo pisao al condenao virus y ahora que lo he pillao voy a ver si le hago un par de extracciones pa quitarle la tontería y que no le vuelva a hincar el diente a nadie. Que es que, estos virus del demonio, tienen unas bobadas que me ponen malo (literalmente). No se les ocurre otra cosa mejor que meterse en las tripas de la gente a dar por saco. ¡Siempre haciendo daño, coño!
Llevaba unos días sin echarle de comer al mío, como dijo Mjl, y corriendo detrás de él, lo menos del sofá al WC. Como va entrando la gusa, se ve que a él, como a mí, le ha dao una miaja el olor de la comida y en cuanto ha asomao le hocico le he puesto el pie encima y a ver si no se me marcha.
Así que lo primero que voy a hacer es cortarle los dientes y el aguijón con esas tenacicas y es de la manera que no vuelve a bobiar. Y no le cortó el pasapán, bien lo sabe Dios, porque quiero tener unas palabras con él, si no…
Luego me dirá que si “yo no he sido, yo no estaba…” Pues pa’ cuándo seas, hombre, que no tenéis dos dedos de frente. Pero ¿qué necesidad tendrán de esbaratar, por menos de nada, una ceranda tripas a la gente? ¡Anda que ceden con un retortijón o dos! ¡Sí, hombre, ahí se van a quedar, hasta que no le dejan a uno sin un tito dentro no paran, oye!
Porque digo yo que qué sacarán con tenernos, a alguno, to’l día de la ceca a la meca tirando de pantalón. No se conforman con que, en dos, o tres, o cuatro posturas to’ lo más, hayamos echado lo gordo, no. Hasta que no nos ven echando lo verde de la bilis, no paran. ¡Qué condición!
Y si fuera decir que amolándonos la tripa tiene bastante se puede uno dar con un canto en los dientes, pero ¡qué va! Los riñones y la espalda también llevan lo suyo no creáis. Y como una cosa lleva a la otra, la cabeza también duele y, por no entrar en detalles, pero también los ojos acaban enrojecidos y no precisamente de emoción.
Todavía me acuerdo de la última vez que pillé uno de estos virus. No sé dónde estuvo obrando fechorías el condenado pero, señores, lo que le pude decir:
-“Vamos a ver, bausán, ¿a ti te parece bonito lo que haces? Pero ¿quién te ha enseñao a meterte en corral ajeno? Y muchos menos a hacer daño como haces. Tú y tus amigos, que sé que sois muchos, no creas que no lo sé. Que ya he oído hablar de vosotros y sois más malos que arrancaos. ¿Saben vuestros padres que andáis por ahí dando retortijones a la gente? De buena gana te testaba, fíjate.”
Pues me debió de hacer un caso como ayer que ya pasó. Por un oído le entró y por otro le salió. Que si fue fulanito, que si yo no quería pero es que me engañaron… El caso es que cuando te das la vuelta te la hincan al menor descuido.
Eso sí, parece que queda uno como sordo después de tanto trueno. Por mi parte, tanta calma lleve como descanso deja… en el culo.
Llevaba unos días sin echarle de comer al mío, como dijo Mjl, y corriendo detrás de él, lo menos del sofá al WC. Como va entrando la gusa, se ve que a él, como a mí, le ha dao una miaja el olor de la comida y en cuanto ha asomao le hocico le he puesto el pie encima y a ver si no se me marcha.
Así que lo primero que voy a hacer es cortarle los dientes y el aguijón con esas tenacicas y es de la manera que no vuelve a bobiar. Y no le cortó el pasapán, bien lo sabe Dios, porque quiero tener unas palabras con él, si no…
Luego me dirá que si “yo no he sido, yo no estaba…” Pues pa’ cuándo seas, hombre, que no tenéis dos dedos de frente. Pero ¿qué necesidad tendrán de esbaratar, por menos de nada, una ceranda tripas a la gente? ¡Anda que ceden con un retortijón o dos! ¡Sí, hombre, ahí se van a quedar, hasta que no le dejan a uno sin un tito dentro no paran, oye!
Porque digo yo que qué sacarán con tenernos, a alguno, to’l día de la ceca a la meca tirando de pantalón. No se conforman con que, en dos, o tres, o cuatro posturas to’ lo más, hayamos echado lo gordo, no. Hasta que no nos ven echando lo verde de la bilis, no paran. ¡Qué condición!
Y si fuera decir que amolándonos la tripa tiene bastante se puede uno dar con un canto en los dientes, pero ¡qué va! Los riñones y la espalda también llevan lo suyo no creáis. Y como una cosa lleva a la otra, la cabeza también duele y, por no entrar en detalles, pero también los ojos acaban enrojecidos y no precisamente de emoción.
Todavía me acuerdo de la última vez que pillé uno de estos virus. No sé dónde estuvo obrando fechorías el condenado pero, señores, lo que le pude decir:
-“Vamos a ver, bausán, ¿a ti te parece bonito lo que haces? Pero ¿quién te ha enseñao a meterte en corral ajeno? Y muchos menos a hacer daño como haces. Tú y tus amigos, que sé que sois muchos, no creas que no lo sé. Que ya he oído hablar de vosotros y sois más malos que arrancaos. ¿Saben vuestros padres que andáis por ahí dando retortijones a la gente? De buena gana te testaba, fíjate.”
Pues me debió de hacer un caso como ayer que ya pasó. Por un oído le entró y por otro le salió. Que si fue fulanito, que si yo no quería pero es que me engañaron… El caso es que cuando te das la vuelta te la hincan al menor descuido.
Eso sí, parece que queda uno como sordo después de tanto trueno. Por mi parte, tanta calma lleve como descanso deja… en el culo.