"Debajo los adoquines está la playa"
Lo veo difícil. Los adoquines agarran muy mal si no es con una buena lechada de cemento y si alguno se le ha ocurrido poner los adoquines encima de la arena, así sin más, no creo que haya nadie paseando por ellos. No es como los adobes o el tapial que fragua más cuanto más lo pisas. Los adoquines sobre la arena se sueltan, se vuelven de pico y como pises uno te acuerdas.
Pero, ya que sacas el tema, voy a ver si soy capaz de escribir las dos caras del folio hablando de él.
Lo primero que se me ocurre es el asco que me da el calor que pasas hasta llegar a las cercanías de la playa, si vas andando o lo difícil que es encontrar aparcamiento si vas, en coche, como para que, encima tengas que andar brincando por cima de los adoquines.
Cuando, por fortuna, llegas a poner un pie en la arena, te crees que ¡ya está, menudo día de relax y de tranquilidad que me espera!. Nada más poner el otro pie caes en la cuenta de que no va a ser fácil llegar hasta dónde la arena empieza a estar un poco más dura para poder andar más fácilmente en busca de un sitio para poder extender la toalla, lejos de niños con balones, de horteras con loro y de alguna lata de cerveza. Por supuesto, no esperes pillar un sitio cerca de alguna joven en topless. Están ocupados los doscientos metros cuadrados alrededor de las dos o tres que pueda haber ese día.
El agua está un poco fría, así que es mejor darse antes un paseo por la orilla, cruzándote con montones de señoras y señores a los que ves muy viejos, pero que no te llevan más allá de ocho o diez años.
Al final de la playa hay kiosco al que te acercas a ver si coges algo con lo que hacer más llevadera la sentada o tumbada en la toalla al volver del paseo. El “AS” y el “Marca” se acabaron a primera hora de la mañana y no quedan más que “Le Monde”, “The Thimes” y el “Franckfuter Allemaigne Zeitun” o como se diga. Una revista de sudokus tampoco me vendría mal, pero es que si los quieres tumbado no te escribe el boli, boca arriba, y de lado, te entra un dolor de cuello que pa qué.
El libro que te has traído esta vez es un poco pestiño y, encima, lo mal que se lee con la luz del sol haciéndote daño en los ojos. Todavía el periódico es más grande y da mucha sombra, pero lo que es el libro de bolsillo...
Así que se te presenta delante un par de horas de mirar al mar o alguna belleza suelta que se acerque si estás incorporado o de cerrar los ojos no se te llenen de arenas por menos de nada, si estás echado. Al cabo de media hora te empieza a doler el culo y te echas boca abajo hasta que te queda la frente colorado de apoyarla en el brazo o te duele el cuello de tenerlo retorcido así que mejor cojo el camino hasta el chiringuita y me arrimo una buena cervecita bien fría con un tentempié, que ya va siendo más que hora.
Ahora ya tienes seis euros menos en el bolso y un poco menos de hambre y de sed, claro está. De todas maneras así es como mejor se piensa lo que hacer después, con la barriga llena. Lo que pasa es que ahora ya el sol es de justicia y cuando quieres llegar hasta la bolsa para recoger la toalla y marchar de allí, llegas sudando como un pollo y con unas ganas de mear to la cerveza que te bebiste que ya no aguantas más. Una visita a la espumita de las olas hasta que te llegan a la barriga y allí mismo, si la cosa no va a mayores, te alivias y tan ricamente. Porque esa es otra, si lo que viene es lo gordo, no te queda más remedio que recoger volao y buscar otro sitio donde puedas tirar de pantalón.
Con esta ya van dos cervezas, más la tapa incluída en el precio, ya sabes dónde han marchado diez o doce euros antes de ponerte a hacer nada. Y encima, esta vez, me han puesto paella con arroz “Brillante” para que no se pase, con la cabeza de una gambita, una aceituna y una tirita de pimiento morrón... Aquí no nos quedamos a comer porque como sea todo lo que guisan igual que esta paella, vamos arreglaos.
“Pues antes me fijé en una que tenía muy buena pinta. Estaba al principio de la playa pero por el otro lado. Sí hombre allí al final del paseo de adoquines, donde más sueltos estaban.” “Pues ¡hala vamos hasta allí!. Espera que me quito las playeras que se anda muy mal con to’ la arena entre los dedos de los pies.”
Es mejor sentarse para cambiarse de calzado, pero como los bancos están todos ocupados y por no estar esperando (que ya va habiendo hambre, coño) me siento en... un par de adoquines de pico que se te claven bien en el culo.
“Por favor ¿mesa para dos?” “Pues si llegan ustedes cinco minutos antes... había una libre y me la acaban de ocupar, pero si esperan un ratito les puedo atender”.
El caso es que si esperamos tomando más cerveza no hacemos más que mear y encima se quita el hambre, así que... ¡otra vez a pasear por los adoquines!
FIN.
Lo veo difícil. Los adoquines agarran muy mal si no es con una buena lechada de cemento y si alguno se le ha ocurrido poner los adoquines encima de la arena, así sin más, no creo que haya nadie paseando por ellos. No es como los adobes o el tapial que fragua más cuanto más lo pisas. Los adoquines sobre la arena se sueltan, se vuelven de pico y como pises uno te acuerdas.
Pero, ya que sacas el tema, voy a ver si soy capaz de escribir las dos caras del folio hablando de él.
Lo primero que se me ocurre es el asco que me da el calor que pasas hasta llegar a las cercanías de la playa, si vas andando o lo difícil que es encontrar aparcamiento si vas, en coche, como para que, encima tengas que andar brincando por cima de los adoquines.
Cuando, por fortuna, llegas a poner un pie en la arena, te crees que ¡ya está, menudo día de relax y de tranquilidad que me espera!. Nada más poner el otro pie caes en la cuenta de que no va a ser fácil llegar hasta dónde la arena empieza a estar un poco más dura para poder andar más fácilmente en busca de un sitio para poder extender la toalla, lejos de niños con balones, de horteras con loro y de alguna lata de cerveza. Por supuesto, no esperes pillar un sitio cerca de alguna joven en topless. Están ocupados los doscientos metros cuadrados alrededor de las dos o tres que pueda haber ese día.
El agua está un poco fría, así que es mejor darse antes un paseo por la orilla, cruzándote con montones de señoras y señores a los que ves muy viejos, pero que no te llevan más allá de ocho o diez años.
Al final de la playa hay kiosco al que te acercas a ver si coges algo con lo que hacer más llevadera la sentada o tumbada en la toalla al volver del paseo. El “AS” y el “Marca” se acabaron a primera hora de la mañana y no quedan más que “Le Monde”, “The Thimes” y el “Franckfuter Allemaigne Zeitun” o como se diga. Una revista de sudokus tampoco me vendría mal, pero es que si los quieres tumbado no te escribe el boli, boca arriba, y de lado, te entra un dolor de cuello que pa qué.
El libro que te has traído esta vez es un poco pestiño y, encima, lo mal que se lee con la luz del sol haciéndote daño en los ojos. Todavía el periódico es más grande y da mucha sombra, pero lo que es el libro de bolsillo...
Así que se te presenta delante un par de horas de mirar al mar o alguna belleza suelta que se acerque si estás incorporado o de cerrar los ojos no se te llenen de arenas por menos de nada, si estás echado. Al cabo de media hora te empieza a doler el culo y te echas boca abajo hasta que te queda la frente colorado de apoyarla en el brazo o te duele el cuello de tenerlo retorcido así que mejor cojo el camino hasta el chiringuita y me arrimo una buena cervecita bien fría con un tentempié, que ya va siendo más que hora.
Ahora ya tienes seis euros menos en el bolso y un poco menos de hambre y de sed, claro está. De todas maneras así es como mejor se piensa lo que hacer después, con la barriga llena. Lo que pasa es que ahora ya el sol es de justicia y cuando quieres llegar hasta la bolsa para recoger la toalla y marchar de allí, llegas sudando como un pollo y con unas ganas de mear to la cerveza que te bebiste que ya no aguantas más. Una visita a la espumita de las olas hasta que te llegan a la barriga y allí mismo, si la cosa no va a mayores, te alivias y tan ricamente. Porque esa es otra, si lo que viene es lo gordo, no te queda más remedio que recoger volao y buscar otro sitio donde puedas tirar de pantalón.
Con esta ya van dos cervezas, más la tapa incluída en el precio, ya sabes dónde han marchado diez o doce euros antes de ponerte a hacer nada. Y encima, esta vez, me han puesto paella con arroz “Brillante” para que no se pase, con la cabeza de una gambita, una aceituna y una tirita de pimiento morrón... Aquí no nos quedamos a comer porque como sea todo lo que guisan igual que esta paella, vamos arreglaos.
“Pues antes me fijé en una que tenía muy buena pinta. Estaba al principio de la playa pero por el otro lado. Sí hombre allí al final del paseo de adoquines, donde más sueltos estaban.” “Pues ¡hala vamos hasta allí!. Espera que me quito las playeras que se anda muy mal con to’ la arena entre los dedos de los pies.”
Es mejor sentarse para cambiarse de calzado, pero como los bancos están todos ocupados y por no estar esperando (que ya va habiendo hambre, coño) me siento en... un par de adoquines de pico que se te claven bien en el culo.
“Por favor ¿mesa para dos?” “Pues si llegan ustedes cinco minutos antes... había una libre y me la acaban de ocupar, pero si esperan un ratito les puedo atender”.
El caso es que si esperamos tomando más cerveza no hacemos más que mear y encima se quita el hambre, así que... ¡otra vez a pasear por los adoquines!
FIN.