Pero no quería que se dejara en el olvido todo lo que jugamos en las entresiestas de los veranos a la sombra de las cocheras, cuando más apretaba el calor y te librabas de dormir la siesta, el que se libraba claro, a algunos no se la perdonaban, a mí de pequeño nunca me gusto eso de la siesta. Jugábamos a hacer las faenas propias del verano, preparábamos la trilla en la era con la tierra, las parvas longitudinales los montones redondos, rotulábamos caminos, arábamos los melonares primero en una dirección y