Crónicas de una letra minúscula.
Un verano roto.
La había dejado apoyada en la puerta de la cochera, pero por fuera, en la misma calle claro, la cochera estaba cerrada por dentro y no la pude abrir.
Por eso siempre me sentí un poco culpable.
Era vieja, y no estaba en un estado muy óptimo que digamos, pero a pesar de ello, cumplía con su cometido.
Yo la descubrí cuando era muy pequeño, abandonada en el “sobrao”, sucia estropeada, la había usado mi padre tiempo atrás, pero yo ni lo había visto, ni me lo podía imaginar subido en ella.
Mis hermanas, todas mayores que yo, no se habían preocupado lo más minimo, en aquellos tiempos eran cosas más de chicos que de chicas.
Un verano roto.
La había dejado apoyada en la puerta de la cochera, pero por fuera, en la misma calle claro, la cochera estaba cerrada por dentro y no la pude abrir.
Por eso siempre me sentí un poco culpable.
Era vieja, y no estaba en un estado muy óptimo que digamos, pero a pesar de ello, cumplía con su cometido.
Yo la descubrí cuando era muy pequeño, abandonada en el “sobrao”, sucia estropeada, la había usado mi padre tiempo atrás, pero yo ni lo había visto, ni me lo podía imaginar subido en ella.
Mis hermanas, todas mayores que yo, no se habían preocupado lo más minimo, en aquellos tiempos eran cosas más de chicos que de chicas.