Esa misma noche, tomando el habitual cubata preparado a conciencia por el camarero, o sea, casi sin hielo, sin limón y con Ulifresh en lugar de Coca-cola, se lamentaban Pon y Miguel de la mala suerte de no haber pillado a aquel cura en alguna acción digna de alguna foto, para podernos un rato:
-Yo creo que se lo olió, ¡menudo pájaro!, decía Miguel.
-Claro que le dio en la nariz. Como que no habrá habido más de uno mirando a ver si lo pillan bien pillao en alguna foto, apuntillaba Pon.
- ¡Con lo grande que era el bicho…! Ahora, ¿cómo coños entraría en aquel confesionario donde se metió a confesar?
- ¡Coño, marcha atrás, como las gallinas en el ponedero!
Amen.
-Yo creo que se lo olió, ¡menudo pájaro!, decía Miguel.
-Claro que le dio en la nariz. Como que no habrá habido más de uno mirando a ver si lo pillan bien pillao en alguna foto, apuntillaba Pon.
- ¡Con lo grande que era el bicho…! Ahora, ¿cómo coños entraría en aquel confesionario donde se metió a confesar?
- ¡Coño, marcha atrás, como las gallinas en el ponedero!
Amen.