Siento yo vuestros azotes
porque vuestra tierna carne
como es hecha de la mía
hace también que me alcance.
Vuestra cruz llevo en los hombros
y hay que pasar adelante,
pues si a los vuestros aliento,
aunque soy vuestra, soy madre.
Mirando Cristo a María
las lágrimas venerables,
a la emperatriz del cielo
responde palabras tales:
Dulcísima madre mía,
vos y yo dolor tan grande
dos veces le padecemos,
pues lo padecemos antes.
porque vuestra tierna carne
como es hecha de la mía
hace también que me alcance.
Vuestra cruz llevo en los hombros
y hay que pasar adelante,
pues si a los vuestros aliento,
aunque soy vuestra, soy madre.
Mirando Cristo a María
las lágrimas venerables,
a la emperatriz del cielo
responde palabras tales:
Dulcísima madre mía,
vos y yo dolor tan grande
dos veces le padecemos,
pues lo padecemos antes.