Todo ocurrió en una calle oscura, entre dos coches que estaban aparcados, a los pies de aquella garita de la suerte. Al estudiante que más calva luce en la actualidad le vino un apretón que sólo se podía solucionar haciendo lo que hoy día se conoce como un calvo. Mejor dicho dos, porque lo que asomaban eran las dos nalgas. Entre ambas, dio en salir, por la fuerza de la naturaleza y del retortijón, un hilo de chapapote bien gordote y encalcadote.