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MALVA: CRÓNICAS DE UN PUEBLO...

CRÓNICAS DE UN PUEBLO
A pesar de los intentos de Vega, de Alfredo y de “El Bimbo”, nunca hemos sido demasiado toreros en Malva. Tampoco se recuerdan faenas clamorosas, cuando se han soltado toros entre carros o remolques. Aún así, si no es por Valentín (Penas), el toro que tenía que matar Pablo Gómez, “El Divino”, se muere de viejo.
Ya hemos contado la faena que Miguel brindó a su padre, que animaba a la vaca a que hiciera hilo con el culo de un espontáneo, hasta que cayó en la cuenta de que, el que estaba encima de los cuernos, era su hijo, pero hubo otra no menos gloriosa, protagonizada por el diestro Federico Malapica, alias “El garavillano”, que no figuraba en el escalafón, pero por verdadera mala suerte.
Como los buenos maletillas, casi al amanecer, después de la verbena, entró en los toriles donde descansaban las vacas. Cogió un caldero para que la vaca tomara bien el engaño o la miaja pienso que tuviera y cuajó una faena de auténtico relumbrón, a pesar de la oscuridad de la noche. Marivi Romero (Paco, el de Fermín) no tenía palabras para describir lo que todos estábamos viendo.
Ni la vaca ni el torero salieron del toril ni siquiera para dar la vuelta al ruedo, pero quedamos tan contentos, con el animal, que decidimos comprársela al ayuntamiento y meterla en casa de Tecla que tenía un corral muy aparente. Acondicionamos una miaja la cuadra y el corral, le pusimos la pila de un pozo, para echarle de beber y allí pasó la vaca, el invierno, mu ricamente.
Para protegernos de los topetazos que nos pudiera dar, al meterla o sacarla de la cuadra, teníamos un tablón que iba de lado a lado del corral. Lo que pasa es que era verlo, la vaca, y volverse loca. Huía del tablón como alma que lleva el diablo. Hasta que, un día, saltó para la casa de al lado, donde un vecino cebaba marranos. Tuvimos que entrar, sin alborotar a los marranos más de lo que ya estaban, para recoger la vaca y devolverla a los chiqueros. Cuando la agarramos, le pusimos la manos en la tapia y, empujándole en el culo, la devolvimos a su sitio.
En una de las lumbres que chiscábamos para no pasar frío, ardió el recrinatorio que luego dio origen a la novela del foro. Era de Paco, pero eso no fue óbice para que, su hermano, lo hiciera añicos de un pisotón y lo echara a la lumbre. ¡Vamos, ni óbice, ni leches!. “ ¿Que no arde?, decía Jesús, Verás como si arde el puñetero reclinatorio.
Hubo que hacer en la casa alguna obra, menor desde luego, para estar más cómodos. Nada que no se arreglara con cuatro pisparillos. El caso era poder meterse a cobijo, en invierno, y pasarlo por cuatro perras, en vez de estar gastando, en los bares, a lo bobo y a lo tonto.
En un cántaro que nos dejó la señora Avelina, la madre de Benja, guisamos a la lumbre, una alubiada de tres pares de narices. Entre lo colorao y las guindillas que les echamos, cada cucharada nos hacía un surco en la lengua y otro en la gorguera. De la zona de la puente, o sea a la salida, no ocurrió nada más destacable que los ruidos propios de los hollejos, además de que a más de una almorrana le lloraban los ojos.
Invitamos a probar aquella delicatessen a Eugenio y a Miguel, el padre de Montse. Como nosotros ya habíamos cenado, les hicimos sentar, uno frente a otro, con una mesa de camping entre los dos y junto a la puerta que daba al corral. Sin que lo notaran mucho, había entrado Ángel, el Majo, al corral, con idea de soltar la vaca y darles un susto.
En el momento que se abrió la puerta de la cuadra, la vaca arremetió contra la mesa y los dos platos y pasó como una exhalación, entre los dos comensales que quedaron con la boca abierta y con la cuchara en la mano, camino de llenarla. Casi les estropeamos el corazón del susto, pero les salvamos el estómago, porque si se llegan a comer to’l plato, les duran los ardores hasta primeros de octubre, ¡fíjate lo que te digo!.

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Respuestas ya existentes para el anterior mensaje:
JA, JA, JA, esa no me la sabía yo. Pobre padre mío y eso que le gustan los toros y también iba "pa" ello. Ahora en cuantis lo vea se la recuerdo (como todas las que cuentas). Si llega a comerse el plato seguro que las almorrana (porque haberlas las....) se ponen y torean a la pobre vaquita.
Anda que si cojo yo a la vaca en mis tiempos jovenes le doy un par de capotazos....
Ja, jaja, ja, ja, ja, ja,.. muy bueno, pero que mu superior, lo que me he podido reir.
Hay que ver el juego que dió la susodicha vaca y la casa la seña Tecla.