En el momento que se abrió la puerta de la cuadra, la vaca arremetió contra la mesa y los dos platos y pasó como una exhalación, entre los dos comensales que quedaron con la boca abierta y con la cuchara en la mano, camino de llenarla. Casi les estropeamos el corazón del susto, pero les salvamos el estómago, porque si se llegan a comer to’l plato, les duran los ardores hasta primeros de octubre, ¡fíjate lo que te digo!.
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