Pero lo más auténtico eran las raquetas. Las prepararon con tablas serradas como si fueran las de la carne. Por supuesto eran completamente macízas para ahorrarse el tener que ir a casa de Esquete, el de Toro a ponerle cuerdas nuevas cada poco. Pa levantar aquello, había que desayunar fuerte y merendar el pan con manteca colorada que había en todas las casas, antes de que llegara la Nocilla. Se ponían los brazos bien gordos de mover tanto peso y las manos llenicas de bojas de agarrar aquel mango. Eso, si no se te clavaba una escanda.