Con nosotros y nuestras anécdotas se parten de risa. Aunque él también tiene muy buenas anécdotas. La que más recuerdo es la del primer día de clase, en el Instituto. Según iban presentándose, uno a uno, los alumnos, nuestro amigo se había fijado en que había una muy poco agraciada, fea como un demonio, diría yo.