Es de los que pone la botella de vino a los pies de su silla lo mismo en casa Jerónimo que en el mejor restaurante de Paris. Cuando está con su pareja, en lugar de a los pies, pone la botella bien a la mano. “Pues nos hemos metido las dos botellas de vino” le espeta al terminar la comida y, la santaza de ella, apenas ha probado un par de sorbos.