“Los verdes” tenían muy adelantado un disfraz que iba a llamarse “El entierro de Sabrina”, aquella que enseñó, sin querer, un pezón en el especial de Nochevieja. Consistía en un ataúd con un par de alambreras de brasero recubiertas de escayola que no cabían dentro, haciendo honor a aquellos pechos tan grandes y famosos. Con los cacharros viejos nos propusimos ponerle música a tan luctuoso como lujurioso evento. Después de varios ensayos incluso de las plañideras, la comitiva entró desfilando en la plaza al compás de los “zachos” en medio de un respetuoso silencio al que contribuyó mucho la maestría de la narración de Feliciano. Ante aquel catafalco, y en medio de un mar de lágrimas de risa, Herminio y Amador el de Bustillo, entonaron un salmo responsorial que tembló el misterio. ¡Apoteósico!.