El camino de vuelta, el mismo que el de ida, creo, estaba recién arreglado y tenía las cunetas a estrenar, nuevecitas, bien limpias, pero bien profundas. A pesar de que no llevábamos mucha velocidad, cuando llegamos a un cruce y tuve que decidir si girar a la izquierda o a la derecha, cogí, como era de esperar, la opción más cerrada y estuvimos, unos metros, circulando por el mismo borde de la cuneta, hasta que terminamos cayendo en ella dando un culetazo y quedando con el coche trastornado sobre el lado derecho.