Cogí, aquel domingo, el SEAT 600 dispuesto a salir de fiesta con los amigos y nos encaminamos a Zamora. Al llegar al cruce de Coreses, como todavía no se podía ir a “El Vaticano”, a ganar unas indulgencias, tuvimos que hacer la parada en una señal que ponía “Stop” para incorporarnos a la, desgraciadamente famosa recta que llevaba a Zamora. Enfrente, cumplía con su deber una pareja de la Guardia Civil de Tráfico que, en aquellos tiempos imponía, con su sola presencia. Tal fue la calma con la hice el stop que, casi porque no les quedaba más remedio, se fijaron en el estado de las ruedas y vieron, unos alambres asomando entre la escasa goma que quedaba. Cuando me pidieron la documentación, caí en la cuenta de que, por primera vez en mi vida me había dejado el carnet en casa. La segunda, repito, que me di la vuelta al echarla en falta, llegando a Las Raposeras.