- El colo.- Aunque también se jugó en La Capilla, cuando teníamos que volver pronto a la escuela, aprovechábamos la pared de la panera del Señor Nicolás. Se pintaban en el suelo, tantas zonas como jugadores, una a continuación de la otra. Los jugadores se llamaban “el padre”, que ocupaba la primera zona marcada, “el hijo”, que se colocaba en segundo lugar, “el espíritu santo”, en la tercera parcela y el “colo primero”, “colo segundo”, etc. Así hasta el último que, el pobre ya no tenía ni apellido, era “el colo”, sin más. Cuando sacaba “el padre”, tenía que devolverla el propietario de la zona donde botaba la pelota, y así hasta que alguno la fallaba y entonces tenía que irse al la casilla del “colo” Cuando el que perdía era precisamente el “colo”, se apuntaba una (“una lleva el colo”, decía el padre antes de volver a sacar). Cuando perdía tres veces, se ponía de cara a la pared y recibía tres pelotazos de cada jugador. ¡Ve ahí pa lo que valían las pelotas verdes de “El gorila” que nos daba Vicenta Santos por llevarle los paquetes del coche línea!.
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