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MALVA: CRÓNICAS DE UN PUEBLO...

CRÓNICAS DE UN PUEBLO
Seguro que sobre este tema de la TV, el foro tendrá muchas aportaciones que hacer pero, antes de que se me adelanten, voy yo con las mías.
Efectivamente, viendo a los niños de ahora, parece mentira que, por lo menos en mi casa, no tuviéramos televisión hasta que yo tenía alrededor de catorce años. ¡Mejor!, más agradables son los recuerdos que a uno le quedan.
Por ejemplo, recuerdo que cuando vivía en la calle del Ochavo, venían a trasnochar a nuestra casa, los vecinos: María, Nino y Araceli. Como no teníamos teléfono ni fijo ni móvil, dábamos unos golpes en el zócalo de la pared medianera y al poco rato llegaban a sentarse con nosotros. También me acuerdo de cuando iba a casa de mi tía Carmen y mi tío Andrés (siempre los llamé tíos) a ver la tele. Por lo visto les tocó la lotería y compraron una. Yo me sentaba en el suelo, entre la camilla y la tele, mirando para arriba hasta acabar con dolor de cuello, pero no me perdía a Pepe Martín en la novela de “El Conde de Montecristo”. Aprovechando el tirón de aquellas novelas que echaban, a mi padre se le ocurrió llamar a la casa de mi tía Carmen, “La casa de los siete callas”, porque cuando empezaba algo que quisiéramos escuchar, uno tras otro íbamos pidiendo, ¡calla!; y otro, ¡calla!; y más allá otro, ¡calla!...
Años más tarde, cuando ya vivía en la calle Cerrada, iba a por la leche a casa de mi tía Etelvina y allí veía “Furia”. Los domingos, después de comer, intentaba ver “Bonanza” mientras entraba a pedir la propina a mi padre, que estaba jugando al chamelo. De camino hasta la mesa miraba de reojo, pero to lo más que nos dejaba Nina, era ver arder el mapa: “ ¡Venga, a correr pa la capilla!”, nos decía.
Con la tele ya en casa, recuerdo series como “Un hombre en casa”, “Los Roper”, “Curro Jiménez” y otras que ya se han convertido en clásicas y que, por tanto, no merece la pena repetir aquí. Sólo nombraré una con la que me reí mucho y de la que no he vuelto a saber nada. Eran “Las aventuras y desventuras del bravo soldado Schweitz”. Una serie checoslovaca basada en un personaje que allí debe ser tan popular como aquí el Quijote.
Sobre Locomotoro, el Capitán Tan, Valentina y el Tío Aquiles, casi no puedo decir nada porque casi no los vi. Yo era más de Gaby, Fofó y Miliki.
Ahora que se acerca el invierno, recordad que había pocos momentos más acogedores y hogareños que una tarde de sábado sentado a la lumbre, tapado con las faldillas de la camilla y viendo Heidi o Marco y, a continuación, “Sesión de tarde”.
Todo esto en una sola cadena, porque en el UHF, en el que echaban la victoria de Santana en Wimbledon, no se veían más que chispas. Y, por supuesto, nada de veinticuatro horas de emisión: abría a las 3 de la tarde con el parte y cerraban a las 5, volvían alrededor de las 7 con algunos dibujos animados y cerraban alrededor de las doce con el himno y la carta de ajuste. Pero los niños ya se habían ido a la cama con “La familia Telerín”.
Igual, igual que ahora...

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