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MALVA: Tachuela 70...

Tachuela 70

Los camarines de las iglesias, son espacios edificados, adosados a la pared del altar mayor, de poco uso y trasiego, en muchos casos son construcciones posteriores al edificio principal. Dentro del camarín, por medio de unas escaleras de madera se accede a la imagen principal del altar mayor, cambiarle las vestiduras, poner jarrones florales, limpieza y mantenimiento en general, sirven también para guardar otras imágenes, recuperadas de otras iglesias, como es el caso del camarín de la de San Miguel de Malva, donde encontramos imágenes de la antigua iglesia de San Juan, hoy en ruinas.

Se guardan también imágenes deterioradas, en espera de la hora de su restauración, decimos de la hora, pero de lo que realmente esperan es del don dinero, tiempo es lo que les sobra y dinero nunca se sabe cuando llegará.

Uno a uno, fueron pasando todos al camarín, es un lugar, poco visitado por los parroquianos, que impresiona un poco, lúgubre, siempre en penumbra, olor a cera, con los rostros de las imágenes, que parecen mirarte. Se dirigieron a la puerta principal de la ermita, he intentaron abrirla, pero enseguida se dieron cuenta, era una tarea imposible, estaba la puerta cerrada con llave y buena cerradura. Aunque la hubieran abierto, no habrían podido salir la exterior, las verjas, del pórtico de la ermita, tenían una gruesa cadena, con un robusto candado.

En esos mismos instantes subía ya por el camino el Citroen, se paró a la puerta del palomar, el andaluz sacó del coche las barras y unos maderos que traía, llamó al gallego y se dirigieron al palomar-molino, entraron al túnel, llegando a la rueda de piedra, haciendo palanca con las barras sobre los maderos, la tarea fue más sencilla, la rueda volvió al lugar donde años reposando había estado, la calzaron con los mismos maderos.

Otra vez a desandar el camino, salieron de este lado del túnel, y a volver a entrar por el palomar a recoger los cajones de monedas y la imagen de la Virgen. Dentro del túnel, bloqueada la salida, con la tranquilidad que les daba, el saber que los improvisados visitantes estaban a buen recaudo, comenzaron la nueva tarea. Debido a la poca altura del túnel, tenían que desplazarse agachados, y la única forma de transportar los cajones era a la arrastra, uno tirando delante y otro empujando detrás, uno por uno fueron sacando los tres cajones y la imagen detrás.

En la ermita reinaba un silencio sepulcral, la oscuridad era rota por los focos de la linterna, y por la tenue luz que entraba, por las pequeñas ventanas, la luz de la luna. Parecía como si se sintieran vigilados sin saber por quién, la Virgen del Tobar no estaba en lo alto del altar, por miedo a los antiguos intentos de robo, y no solo intentos ya que robos alguna vez hubo, la imagen estaba a mejor recaudo en la iglesia de San Miguel, ésta era la iglesia que situada en el centro del pueblo era la única que se utilizaba para el culto y resto de todas las celebraciones litúrgicas. Desde entonces solo permanecía en la ermita los días previos y el día de la fiesta mayor, era la celebración de la patrona de Malva. Durante estos días, se celebraban las novenas a la Virgen, subiendo buena parte del pueblo por la tarde al santuario, mientras que por la noche, las peñas de los jóvenes y no tan jóvenes, se encargaban de velarla, a tal fin se les había habilitado el cuarto que hay a la izquierda, desde el interior del pórtico, allí los de la vela pasaban la noche con la ayuda de buenas viandas regadas con todo tipo de bebidas alcohólicas y no alcohólicas, la vela se hace por turnos y peñas, pero también es costumbre subir a ver a los de la vela y estar un rato de charla tomando algún refrigerio, dejándoles el fuerte del resto de la noche para ellos.