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MALVA: Tachuela 69...

Tachuela 69

DESDE ESTE LADO (El desenlace)

Entre tanto en el habitáculo, contrariados y desesperados por su situación, no les quedaba otra, que rezar, pero rezar a quién, ya no tenían ni imagen.

Con estos pensamientos estaban, sin saber exactamente donde se encontraban, se imaginaban vagamente que no estarían muy lejos de la ermita, cuando de pronto el chico que siendo también de Malva, vive en algún pueblo de Cáceres, tiene una mano vendada, se hizo daño al arrastrar, jugando al perrero, con la linterna en la mano sin vendar, enfocando a su alrededor, observa, las paredes y el techo tenían como unas manchas de moho, uniformes en todo su contorno, excepto justamente en una de las esquinas del techo, no sabríamos ubicarla geográficamente.

- Por que habrá moho por todas partes menos en ese cuadrado de esa esquina- Dijo.
– Si no hay moho es por que en esa parte del techo no hay humedad, y si no hay humedad, tiene que haber algo por encima que la impida- Le contesta la chica de Malva, que vivía en un pueblo de Extremadura.

Aporrearon con los nudillos y efectivamente, allí sonaba diferente al resto de los muros y techumbre, sonaba a hueco. Con los restos de las tablas rotas, de las tapaderas de los cajones que habían dejado allí, comenzaron a picar en dicha zona, al picar apenas hacían ruido, era como clavar una madera puntiaguda en una superficie de un barro muy blando y blanco, como si fuera cal o yeso, no tardaron en empezara a caer primero unos trozos pequeños y después, trozos un poco más grandes hasta abrir un pequeño agujero. El pequeño agujero, pasaría a ser mediano, permitiéndoles ver un espacio vacío al otro lado, justamente encima de ellos. Continuaron con la faena, hasta conseguir meter primero una mano, el brazo, posteriormente la cabeza, se veía un agujero desde el que se accedía a una escalera de pasones de tierra, siguieron picando hasta conseguir un hueco lo suficiente grande, como para ir pasando, así lo hicieron uno a uno.

Una vez que pasaron todos, fueron subiendo por las escaleras, que conducían a otro habitáculo, muy pequeño y estrecho, un cuadrado de apenas cincuenta centímetros de lado, no tenía puertas ni ventanas, era una cámara secreta formada por un muro exterior de la ermita y un tabique que hacía las veces de falsa pared.

Al acceder al habitáculo el chico de Malva, que también vive en Zamora y trabaja en una multinacional vio que había un cuadrado dibujado en la pared de enfrente, desde las escaleras, sentándose en el suelo comenzó a darle en la zona señalada con las plantas de los dos pies, esta vez de algo le serviría gastar un cuarenta y cinco “esparramao” de pie, el trozo de pared comenzó a resquebrajarse cediendo finalmente, cayendo hacia el otro lado los trozos de escombros y descubriendo un hueco lo suficientemente grande para pasar una persona, al salir por el agujero se dio cuenta que estaba justamente en el espacio que hay detrás del altar mayor de la ermita, el camarín, en el lado contrario a la entrada principal. Debido al grosor exagerado que tienen los muros de las iglesias, y en el sitio que estaba, en el interior del camarín, hubiera pasado desapercibido hasta la eternidad.