Pasaban muchos ratos juntos, de manera que sabían de sobra cuáles eran los gustos de uno y los de otro. Por descontado, el que conocieran sus gustos, no significa que se los complacieran, al revés. La verdad es que no era de extrañar porque tenían de quién aprender: Esteban, José Luis, Goyo, Gumer, etc, etc.