Se acababan, cada vez con más desgana, tanto las cervezas como las barreduras del bar y Félix seguía sin dar su brazo a torcer. Pedro colocaba las sillas y las mesas, Adela apagaba parte de las luces y, con eso a mí se me avivaba la esperanza de ir pronto a la cama, con el juego resuelto o por resolver. Seguro que ahora Adela y Pedro, dan una palmada y nos van mandando a la cama como quien no quiere la cosa, pensaba yo. Y para darles el pie, se me ocurrió ofrecer una rendición, esperando que los demás hicieran lo mismo y Félix nos aclarara el truco.