Lo que era demasiado era el momento de meterse en la cama. Aquéllo era una experiencia religiosa. Las sábanas heladas, de aquéllas de algodón un poco gordas, que de puro frías parecía que estaban húmedas. Aunque te llevaras la tapadera de barro caliente envuelta en un papel, o en un trapo, era igual, solo se notaba caliente el sitio que ocupaba, el resto era helador. Te metías de repente en un acto de valentía suprema, y te tapabas cabeza y todo quedándote inmóvil. La respiración fuerte para que se calentara antes todo el entorno. Pero pasados unos minutos era la gloria. Si dormías con alguien mejor, pero como estuvieras solo en la cama te entraba frío por todas partes.
Mira algo le tenemos que agradecer a la civilización y a la cultura, no todo van a ser quejas.
Mira algo le tenemos que agradecer a la civilización y a la cultura, no todo van a ser quejas.